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lunes, 18 de septiembre de 2017

El triste concurso


(Todo parecido con la realidad, es mera coincidencia, lo que aquí se describe es fruto de la imaginación sobredimensionada de su autora y el extravagante sentido del humor que la caracteriza, conviertiendo situaciones dramáticas en escenas cómicas y sub?realistas?.)

Los participantes al concurso se agolpan en el control de enfermería, son exactamente poco antes de las 8 a.m. de un día cualquiera, llevan uniforme blanco que consta de:  pantalón con goma en la cinturilla y casaca con bolsillos, en los que guardan su equipo de protección individual, guantes de vinilo. Los más veteranos en el concurso llevan también, cortauñas, pinzas, tijeras y un imán.  Prescinden de dorsal con número, son pocos y a veces, tristemente mal avenidos. Algunos llevan bigote, y no porque sea obligatorio, es que es común en este tipo de concursantes, por la falta de tiempo material para cuidarse, acaban tan desgastados que no pueden dedicarse a eso. Después de recoger el tutor de los que salen del concurso de noche, comienza la carrera díurna.
El concurso consiste en levantar de la cama a pulso, en ocasiones, ayudados con dispositivos en otras, en grupo,  otras tantas, a personas de edad avanzada con movilidad reducida , que carecen, en la mayoría de los casos, de algún sentido, ya sea el oído, la vista, que son los más comunes y con sintomatologías propias de su edad o patologías asociadas, además de tener dignidad y su propia vida, con las cargas que eso acarrea. También hay que ducharles, secarles adecuadamente la piel, visualizar cualquier signo de alerta, hidratarles, proteger la zona perianal ante posibles lesiones o irritaciones, colocar pañal, prótesis de varios tipos, así como gafas, audífonos y elegir ropa adecuada según la estación o necesidades personales del individuo que se levanta. El hándicap en muchos casos es la colocación de medias de compresión en ambas piernas o en una y que estén afectados por alguna demencia o deterioro cognitivo grave.

Se oye el pistoletazo de salida con el primer timbre encendido, al que le siguen, sin complejos, el resto de timbres de los aledaños y más allá.
Los carros de los concursantes ya están listos, pañales de varios tipos se colocan en montaña, esponjas de un solo uso y bolsas a ambos lados, una en la que se introducirá la ropa sucia y otra que sirve para los deshechos encontrados en el camino.
Como si de una pista americana se tratase, los concursantes comienzan a entrar sin piedad en las habitaciones, cada uno tiene su táctica y forma adquirida, sin entrar en detalles.
Lo que allí se encuentran puede ser en muchas ocasiones, dantesco y bizarro, pero ya no se impresionan facilmente y la velocidad es requisito indispensable para seguir formando parte del conjunto, disponen de muy poco tiempo para realizar la proeza y dejar a las personas asistidas en el comedor para el desayuno, que es la segunda parte del concurso que continuará atravesando etapas sucesivas del día, sin final previsto.







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