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sábado, 30 de marzo de 2024

HAZ LO MEJOR QUE PUEDAS CON LO QUE ESTÁ EN TU PODER

 

“Haz lo mejor que puedas con lo que está en tu poder y toma el resto como suceda” Epicteto

A bote pronto esta filosófica frase exime de responsabilidad con respecto al resto, a lo que no está en tu poder que hay que tomar como suceda, sea lo que sea, sin afectación, simplemente aceptándolo, porque como bien sabemos, no está en nuestro poder.

Yo me pregunto qué es lo que está en nuestro poder, hasta donde llega nuestro poder, nuestra responsabilidad, aquello que debemos hacer lo mejor que podamos porque si está en nuestro poder.

Cuando eres un profesional con compromiso de vocación, se supone que tiene que haber una línea divisoria que te indique el límite o indique el rebose de tu capacidad diaria de entrega y ayuda, esa con la que ya te sientes bien, ya has cumplido, tus arcas están llenas de benevolencia y te encuentras satisfecho con tu trabajo del día. De lo contrario, si no se establece esa franja porque su horizonte es infinito, lo que ocurre es que te embulles en un laberinto lleno de trampas emocionales, psicológicas y físicas.

Eliges una profesión con la idea romántica de proporcionar asistencia social, sanitaria, entregar apoyo psicológico, acompañar y desdramatizar en momentos críticos que pueden asaltar a cualquiera en la vida y a todos, cuando de lo que hablamos es la senectud, la incapacidad inherente, la pérdida de los sentidos, de los recuerdos, en definitiva de la propia vida que se escapa y el proceso a veces es muy doloroso, aunque tenemos toda una vida para prepararnos, el final nunca sabemos cuándo ni cómo va a ser.

Trabajar con y para personas que han llegado a su última etapa de vida, que han perdido su cognición por estar afectados por algún tipo de demencia, tienen la movilidad reducida por la edad avanzada o por alguna dolencia propia del envejecimiento, han perdido algún sentido, ya sea la vista, el oído o todos y la capacidad de comunicarse ha desaparecido, están sumidos en un enorme silencio, plagado de tristeza por todas las pérdidas en su haber, es tarea ardua que requiere de unas destrezas incalculables, grandes dosis de humanidad, conciencia, empatía, infinita paciencia y algunos conocimientos específicos, para saber detectar y comunicar  signos, síntomas; y bajo mi punto de vista, también saber detectar gustos, disgustos, manías e inapetencias, aporte que facilita la eficacia en la relación de ayuda asistencial.

La desolación y frustración es de una índole grandiosa, cuando descubres cómo está planteado el trabajo que con tanto entusiasmo tú querías desempeñar.

Se te caen los palos del sombrajo al descubrir a grandes rasgos, que llegado el momento, cuando dejamos de ser productivos y representamos un gasto sociosanitario para una sociedad de consumo, capitalista, sin valores y deshumanizada, te conviertes en algo indescifrable, solo las grandes empresas farmacéuticas se frotan las manos en las convenciones de la organización mundial de la salud, calculando las fabricaciones multibillonarias que se embolsarán con los “viejos” de las residencias y del planeta, a lo que sumarán lo del resto de población enferma o que enfermará en breve por este trajín que llamamos vida.

Te das cuenta de que hasta las víctimas pueden tener sus propias e involuntarias víctimas, que los trabajadores que deciden dedicar su vida laboral a la atención sanitaria directa, a estar a pie de cama, a llevar la cuña y vaciarla, a cambiar los pañales, a retirar vómitos, flemas, a duchar, a vestir, a alimentar a aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos, ayudar a los que tienen dificultad para hacerlo, a supervisar a los que lo hacen autónomamente, a administrar medicamentos y tratamientos pautados, a aquellos que escupen la medicación, aquellos que no pueden tragarla por problemas de deglución, triturar, esconder, convencer, acompañar, arropar, consolar; esos no existen para nadie.



Estamos totalmente defenestrados. Sin entrar en valoraciones de títulos, grados, carreras y másteres del universo, la sensación es de pertenecer a una tropa de la edad media, esos pobres aldeanos reclutados por los terratenientes y señores, los que iban en primera línea de batalla armados de palos y piedras para defenderse ante los que iban a caballo con lanzas y un ejército que lanzaba bolas impregnadas de aceite flameante.

Se precisa de una renovación urgente del plan de cuidados existente, que lejos de estar centrado en la persona, se centra hoy día en un rebaño de alguna especie, en el que los cuidados son diarios también, pero existen diferencias que todos sabemos discernir.

No se puede seguir adelante así, basta ya de permanecer en el olvido, ellos y nosotros.

Aquí no se pide aumento de nómina, lo que se está solicitando es ayuda, conciencia, dotación de personal, que se cubran las bajas del personal que cae agotado y la mayoría están puestos en tela de juicio por su incapacidad transitoria, se nos quiere hacer ver que los empleados se dan de baja ellos solos, infravalorando la atención médica de atención primaria, que son los que emiten las incapacidades transitorias en base a criterio médico. Nos enfrentan y mientras la crítica situación de todos se acrecienta.

Como me gustaría ver a las personas competentes, atendiendo una tarde en cualquiera de las plantas de la institución donde trabajo, de 15:00 a 22:30 h, acostando al final de la jornada a  una media de 8 a 10 personas grandes dependientes, muchos de ellos demenciados, con crisis de agresividad, sin entrar en los motivos, ya que son muchos los que pueden llevar a una persona con cierto tipo de demencia a tener una crisis, no vayan a salir ahora los enterados que no han puesto un ojo encima de un enfermo de esas características, a dar sus versiones o sus remedios.

Hay que estar día a día y sentir como duele todo el cuerpo, el ritmo de trabajo es frenético, no llegas a todo, te proporciona un estado de estrés traumático difícil de superar cuando estás expuesta a diario a batallas imprevisibles, teniendo la única responsabilidad del cuidado y la atención, aunque

 “vayan a morir de todas formas”. (Isabel Díaz Ayuso).

 

 

 

 

 

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